Química generacional.
Por estos días hay algo que me da vueltas y que de alguna manera son algo así como metamensajes desde los sucesos que los medios de comunicación expulsan a nuestros sentidos a diario. Muchas de estos acontecimientos llegan en enjambres, muchas veces de rincones y procedencias que no tienen por qué tener algo en común a priori, pero parece que después de todo hay algunos patrones que rigen estos comportamiento colectivos. ¿Cómo se componen las sociedades en que vivimos? Después de todo es un mosaico de diversas tonalidades, que sin duda, al igual que todo bebida química tiene un sabor distinto en la medida de que estos ingrediente cambien en sus respectivas proporciones, es muy probable que de permanecer constantes a lo largo del tiempos esto se traduciría en un equilibrio singular. Entonces, es por el contrario, el desequilibrio de estos compuestos que hace de este brebaje que es la sociedad contemporánea un compuesto inestable.
En este sentido, ¿Cuáles serían estos ingredientes? Bien podrían ser grupos etarios, étnicos, religiosos, culturales, políticos y porque no el género, pero sin duda las condiciones en que estos existen y el rol que cada uno de estos grupos tiene asignado en proporción y que cumplen en sociedad. Cada una de estos químicos entra en acción y reacción con el que esta contiguo por lo que el efecto es multiplicador. Estas reacciones generan nuevos grupos ingredientes que a su vez reacciona y accionan con los ya presentes. En definitiva, la imagen que me queda en la retina es un gran caldo en que todos estos ingredientes luchan entre sí, aportan sabores y olores a lo que resulta de esta mezcla.
Pero el ingrediente que tiene un efecto más detonador es sin duda las cuotas etarias, las distintas fracciones y proporciones en que cada una ellas se hace presente genera los grandes desequilibrios que vemos de cuando en cuando y por estos días a muchos los tiene en guardia. Vemos como una generación saliente, enmarcada en la forma de fines del siglo veinte lucha en su inconsciente en regir las formas de este siglo veintiuno. Formas que se reflejan en el discurso, en los medios, en nuestra educación, esto último es quizás la arista más grave de todas, ya que esta nueva generación pujante está definiendo su identidad devorando los estándares que sustentan el modelo saliente. La comunicación es otro aspecto que hace eco de esta fricción, que sube la temperatura del debate. ¿Cómo podemos conciliar y transitar desde las nuevas dimensiones que traen estos nuevos tiempos con las formas del pasado? El conflicto parece insoslayable, y creo que esto parte de lo inevitable, las formas en que nuestra política se hace sucumbirá y aparecerán nuevos escenarios en que los grandes bloques de sensibilidades, izquierda, derecha y centro volverán a enfrentarse, esto es la constante en medio de esta química generacional.
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