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ComputableDivagaciones, reflexiones, sin mayores pretensiones
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Consumo ahora y siempre.

July 2, 2011 0 comments Article Uncategorized

Escucho decir que vivimos en una sociedad de consumo, y que esto es gracias a la fiebre libre mercadista de quienes controlan la arena política, como también las mal valoradas corporaciones. Siendo este un criticismo valido y justificado, creo si de debemos ser honestos primero consigo mismos y asumir nuestra condición de seres consumidores de una infinidad de insumos, entre los cuales muchas veces se cuentan artículos innecesarios y peor aún inútiles.  ¿Por qué nos esculpamos señalando que la culpa de que nuestra sociedad se haya  se ha trasformado en no más que registros de mercadeos, transacciones? La culpabilidad de esto no está más allá, en la otra esquina, en el otro barrio, en la otra ciudad, en el otro país, sino se encuba en nuestros propios hogares, cada día respondemos a nuestras necesidades, aspiraciones, anhelos y sueños ¿Cuántos de ellos son genuinamente nuestros? Cada uno de nosotros debería hacer el ejercicio de enumerar y luego de excluir de la lista todos aquellos objetivos que no obedecen a nuestra voluntad visceralmente propia, ¿Con cuántos te quedas? Probablemente no muchos, entonces, ¿De dónde salieron los otros, aquellos que tachamos de la lista? No pretendo responder esta respuesta para todos los demás, sino tan solo para mi persona, que ya creo que muy pretencioso.

A lo largo de los años, he estado expuesto a muchos estímulos de distintas naturaleza y origen. Recuerdo cuando era un muchacho, seguramente este recuerdo me lleva de regreso con mis amigos de infancia, parados en una esquina, tal cual lo hacían los adolescentes nacidos y criados en  los barrios, aquellos sectores alejados forzosamente de los centros culturales. Entre todos aquellos que compartíamos esa esquina, distribuíamos e intercambiábamos nuestras experiencias: ‘¿Qué tal te fue la otra noche en la fiesta con aquella chiquilla?… ‘, ‘A mí me fue la raja, me la atraque y le di lo suyo’, ‘Me compre una zapatillas con cañas, las misma del Magic Johnson, las cachai?…’, ‘Mi viajo me regalo estos jeans Levi’s Strauss…’, ‘Me peleé con un pelotudo en un colegio y le saque la cucha, aunque el huevón me pego un par de maleteros…’. En fin, cada uno de los presentes hacia revista de sus aciertos y bravuras de machito de exposición, pero nótese que entre los comentarios queda la traza de que esa propiedad de virilidad también se muestra con la pinta.  ¿Qué está aflorando en estos códigos? Al parecer, el consumo es una medida de diferenciación, una metáfora mal concebida de qué debe y cómo debe ser entendida la propiedad de superioridad, una manifestación de la competitividad intrínseca de lo que somos como especie después de todo. De seguro, no he dicho nada nuevo, quizás no es más que una observación trivial de lo que ya se sabe a este respecto, sin embargo, a pesar de ser un comentario probablemente cliché, me sirve para hacer notar que este fenómeno, el consumo, opera en una membrana intermedia entre lo consiente e inconsciente.

Cada individuo espera mimetizarse entre sus pares,  no quedar excluido al fin y al cabo de la competencia más fundamental que tenemos en nuestras manos, reproducirnos, asegurar nuestra preservación genética más allá de nuestro último aliento. Con esto nos enfrentamos a algo irrenunciable y que difícilmente podremos mitigar, que para peor suerte nuestra se nos ataca a diario. La herramienta de persuasión del sistema no escatima esfuerzos para poseernos e incrustarnos la necesidad de aquel artículo, por ejemplo, el último ‘IPhone N’ para estar más conectado que todos los que no pueden comprar uno de estos. Con lo que pienso que el aspecto biológico  es esencial al momento de que como buscamos sociedad una respuesta para mitigar los efectos del consumo deshumanizado bajo el que estamos viviendo. ¿Cuál debería ser la necesidad canjeable por aquella que nos imponen a través del consumo? ¿Dónde o desde dónde podemos echar mano a una alternativa?

El consumo exacerbado que enfrentamos no nos agobia tan sólo a nosotros y nuestras sociedades, vemos como el medio ambiente comienza a inquietarse. El desequilibrio es un hecho indiscutible, una de las fortalezas que tuvimos en el pasado fue nuestra extrema diversidad cultural, étnica, religiosa, hoy se extinguen y la homogeneidad aparece como una epidemia la que se traduce en el estrés desmedido por los mismo recursos e ítems de consumo, entonces, ¿Cómo podremos alimentarnos con la misma uva, la misma soya que un chino, o un senegalés?   La respuesta no hay que buscarla tampoco tan lejos, monocultivos a través del mundo, enajenado y destruyendo grandes extensiones a los recursos naturales y la diversidad biológica existente. El consumo se yergue así como el silencio combustible de todas estas inestabilidades que nos afligen,  ¿Podremos manipular esta acción cotidiana, para gestar así, por esta vez, efectos secundarios deseables? Con esto quiero decir, asumamos de una vez por todas, nuestra condición inherente, consumidores de insumos, los que nos nutrimos de bienes de capital, pero también de bienes tan etéreos e intangibles como de afectos, y así, encausamos el rumbo de nuestra sociedad saturada.

 

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