El deber ser.

Algo me dice que evado, eludo, lo que debo ser, ésto dicho en tono de aquello que está establecido. ¿Qué espacio nos queda de ser aquello que está fuera de nuestro dominio, más allá de lo premeditado para nosotros? En mi caso, la reacción es mi reclusión, mi reflexión, mi incomodidad con todo lo que sucede a mi alrededor. Veo como voy quedando relegado de todos aquellos con los que compartí alguna vez y que entendieron mejor que yo que con esto no se lucha, quienes asumieron ese saber en ser según todo lo esperado. ¿Por qué no puedo conceder y ceder ante los designios? ¿Por qué espero que exista un resquicio en que pueda liberarme de esta atadura? Quizá vivo sólo de espejismos autocomplacientes, claro que éste estado no tiene nada de particular respecto al de todos y por igual, pero en mi caso, probablemente me accede a imagines que me son más autenticas que todas aquellas a las que echan mano la mayoría. Persisto en mortificarme entre mi deseo de consentir y aquel  sentimiento que me lleva nuevamente a derramar mi conformismo. Ser tan incondicional conmigo mismo es una opción en el deber.