Lifting y borra de café

Todo es parte de mi rutina y de como poner inicio a mi día, un espresso doble que me caliente el cuerpo frente a mi computador, el proceso productivo toma vuelo y sigue su curso hasta que sólo queda la borra del café en mi tazón de porcelana. Siendo el epilogo acostumbrado del rito, quedo provocado con esto ante la disyuntiva de satisfacer mi adicción y así pedir otra carga doble de café, o bien dar la agonía  por terminada. Qué puedo decir ante esta borra difusa que en cada oportunidad es testimonio del evento, una mancha que cada día presenta una silueta y un patrón distintivamente aleatorio, como si fuese un registro perfecto de todos aquellos incidentes y aspectos que me ha ofrecido el día.

¿Qué podríamos decir efectivamente de este registro, esta traza? Adivinos especulan en su capacidad de leer asertivamente lo que allí se esconde. Técnicamente lo podría describir este ejercicio como un lifting, desde la planaridad y bidimensionalidad de aquel cúmulo de fragmentos de café. Estos adivinos apelan a su capacidad computacional de proveer de volúmenes multidimensionales a esas manchas, que a priori no deberían tener mayor significado. Lo curioso de esta especulación es que en ciencias tan sacras como Matemáticas, hacemos esto a menudo, la actividad evoca las generalizaciones desde afirmaciones que muchas veces están acotadas a contextos aparentemente restrictivos, proveemos a estas de un número prudente de cuantificadores que le den forma y presencia más allá de su condición inicial. Dimensiones que pueden ser tan arbitrarias como aquellas que aquel adivino puede atribuir a aquella borra de café.